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Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad: Diagnóstico y Manejo

Actualizado: 5 abr 2020

La psicóloga infanto-juvenil María Jesús Lagos nos cuenta en este post cómo se diagnostica el Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH), cuál es su manejo y cómo debemos abordar al creciente número de niños y niñas con este diagnóstico. Para leer el post anterior -qué es y cómo se manifiesta el TDAH- haz click aquí.

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Diagnóstico

En general, cuando se sospecha que un niño/a pueda tener TDAH se sugiere que antes de hacer el diagnóstico, se realice una evaluación médica para descartar patologías auditivas, visuales o del desarrollo, que puedan ser las causantes de los síntomas.

Como podemos ver según lo que explicamos en el post anterior, el TDAH es un cuadro muy complejo, que tiene implicancias en distintas esferas de la persona, y es por esto que la evaluación debe ser multidisciplinaria. Es decir, no basta con que el niño se distraiga en clases solamente, o que sea inquieto en la casa, si no que los síntomas deben manifestarse en distintas áreas, las cuales deben ser evaluadas por diferentes profesionales. Se recomienda hacer una evaluación psicológica, neurológica y con padres o familia y colegio (profesores, prefectos, psicólogos escolares, etc).

Es importante mencionar que el TDAH se diagnostica con evaluaciones clínicas. ¿Qué significa esto? Que al ser un trastorno del desarrollo, no existen exámenes de laboratorio o imágenes que se le puedan tomar al niño/a que confirmen o descarten el diagnóstico.

Manejo Integral

Como sabemos que es un trastorno que afecta la vida del niño/a en todos sus ámbitos e impacta directamente su funcionamiento en la casa, el colegio, y el ámbito social, una vez hecho el diagnóstico es fundamental que el niño/a y su familia reciban un manejo multidisciplinario y coordinado entre los distintos profesionales. Las intervenciones que aborden -por ejemplo- sólo al niño y sus problemas en el colegio dejan fuera todo lo que ocurre en la casa y en consecuencia, no tendrán tanto impacto como un abordaje que considere al niño/a como un todo y que trabaje también -y esto es fundamental- con los padres o cuidadores directos.

En la casa se sugiere la incorporación de horarios y hábitos establecidos, junto con reglas y límites muy claros. Esto debe ir acompañado de un clima de mucha contención y paciencia, junto con una implementación de un sistema de refuerzos positivos (reconocer logros, felicitar, premiar, etc) y evitación de descalificativos, pues llevan a una baja importante en el autoestima y concepto de auto eficacia.

En cuanto el sistema escolar, se sugiere que el niño sea sentado en lo posible adelante, para evitar distractores. También es importante que los profesores estén en conocimiento del diagnóstico, para una mayor comprensión del niño y sus necesidades; por ejemplo, necesitamos que los profesores refuercen constantemente y se eviten las críticas, y que las correcciones se hagan en privado y siempre con cuidado y contención. Es de mucha ayuda incorporar también un refuerzo de psicopedagogía, para apoyar la parte académica y emocional relacionada.

Por otra parte, es fundamental el apoyo psicoterapéutico, para reforzar la parte emocional del niño, que suele estar muy afectada. Se trabaja en profundidad la autoestima y concepto de autoeficacia, para rescatarle al niño los recursos, pues suelen ser niños muy reflexivos, creativos, afectuosos, buenos compañeros, observadores, espontáneos y dispuestos a ayudar. También es muy importante la parte de la impulsividad o control de impulsos, y la capacidad de enfocarse. Todo esto se acompaña de psicoeducación a los padres, pues se les enseña el manejo y se les ayuda con los temas de la frustración, que suelen ser muy altos tanto en los niños como en sus padres.

Por último, tenemos el tratamiento neurológico, que si bien causa mucha controversia, en casos es necesario para lograr que el niño salga adelante. Este tratamiento consiste en controles médicos y farmacoterapia, la cual suele ir acompañada de muchos mitos. Es necesario aclarar, que los fármacos usados para el TDAH no causan dependencia ni tendencias a la drogadicción. Solemos escuchar comentarios como que los niños quedan en “modo zombie” “piloto automático”, pero una dosis adecuada debe mantener al niño despierto para poder concentrarse, y no estar en estado de ausencia.

No todo niño con TDAH requiere de tratamiento con fármacos, pues según su gravedad puede ser tratado sólo con psicoterapia y medidas de tipo conductuales, y jamás se buscará medicar a un niño si no es estrictamente necesario. Sin embargo, hay casos en que los síntomas afectan e interfieren gravemente con la vida del niño, su desarrollo normal y su felicidad, no pudiendo realizarse la terapia efectivamente ni pudiendo aplicar las medidas en el ámbito familiar o escolar. Aquí es cuando hay que cuestionarse junto al médico, si es necesario apoyar la terapia y otras medidas con fármacos como el “Metilfenidato”, que ayudan a que el niño pueda enfocarse, y así poder trabajar con él para generar el cambio. Cabe destacar, que el fármaco por sí solo no generará un cambio en el sujeto, sino que es ayuda complementaria a otras terapias.

En algunos casos se sugiere la derivación a terapia ocupacional, cuando el niño/a está presentando dificultades importantes en organizarse y tener conductas dirigidas, cumplir tareas y "funcionar bien" en el colegio y en la casa. En muchos casos el rol de terapeuta ocupacional es fundamental en ayudar al niño a desarrollar estrategias para trabajar mejor, mejorar la autoestima de forma lúdica, y manejar aspectos sensoriales que puedan estar impactando en su atención y distractibilidad.

¿Qué esperar?

Es importante entender que mientras más temprana sea la intervención, mejor es el pronóstico, pues el niño estará menor tiempo expuesto a síntomas que generan patrones o hábitos de comportamiento, que traen como consecuencia las críticas y sus efectos en el autoestima y motivación posterior al cambio. De la mano de esto, va una compensación de las áreas deficitarias del niño, buscando soluciones a los problemas, para no generar desfases en el desarrollo cognitivo, motor, social ni emocional.

Si tenemos padres unidos en la educación de los hijos, con límites y reglas claras y acordes al sistema educativo y al ejemplo de ellos, contribuimos a un mejor pronóstico. También ayuda la capacidad familiar y escolar de entender las dificultades del niño y generar un ambiente de apoyo emocional, en donde se favorezca una crianza respetuosa y cariñosa, rica en refuerzos positivos y baja en críticas negativas. Es importante también que la crianza sea consistente, pues si el niño percibe un sistema educativo laxo, es más difícil lograr una organización mental que le permita predecir acciones, aumentando así su ansiedad.

Por el contrario, si tenemos ausencia, inconsistencia o normas de crianzas muy restrictivas, el pronóstico empeora considerablemente. Si tenemos padres negadores de la situación real del niño, no aceptando las dificultades, o por otro lado, no generando un ambiente de apoyo familiar al niño, es probable que se genere en él una sensación de autoeficacia tan baja, que el pronóstico empeora inmediatamente. Esto se debe a que estamos en presencia de un joven que no se siente capaz, que cree que es un problema, que se siente solo, y que pierde la esperanza en poder cambiar.

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Los niños y niñas con TDAH suelen experimentar rechazo social, accidentes, problemas de conducta, dificultades en el rendimiento académico, estrés familiar, etiquetas negativas, desesperanza, ansiedad y una muy baja autoestima. Para evitar esto, es necesario entender lo central del cuadro, y desmitificarlo. No estamos frente a un niño flojo, no es un niño rebelde, no es un niño que no quiere aprender, no es un niño que no entiende instrucciones; es un niño con dificultades para lograr ciertas cosas, pero que con el apoyo y trabajo necesario, pueden alcanzar una vida feliz, sin la frustración acostumbrada.

Con la presión solo aumentamos la frustración y desesperanza, por lo que hay que cambiar el foco, redirigirlo hacia los refuerzos positivos y que la motivación no esté en los logros, si no en el esfuerzo. Sólo de esta manera lograremos bajar la ansiedad y las críticas tanto personales del paciente, como de los que lo rodean, generando sentimientos de que puede lograr cosas y por lo tanto estar mejor. Es importante que la persona comprenda que los logros no lo definen, y que a la vez él puede conseguir las mismas cosas que alguien sin TDAH, aunque requiera un mayor esfuerzo.

Como se mencionó anteriormente, el TDAH es crónico y no tiene cura, pero si podemos, con un adecuado trabajo terapéutico, lograr que los síntomas bajen en cantidad, intensidad y frecuencia, logrando así un adolescente o adulto con mejor adaptación y autoestima sana. Es por esto la necesidad de generar un cambio en la mentalidad, eliminar los prejuicios del TDAH como flojera, o problemas de educación, pues si bien pueden aumentar o disminuir los síntomas, no son ni la causa ni la solución al problema.

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